Hace unos días hojeaba El País mientras desayunaba y vi la noticia de que reabrían Fuentetaja. Muchos de vosotros habréis leído el artículo, uno más que se añade a la lista de las sucesivas reinaguraciones de la librería. El caso es que entonces me obligué a no aplazar más algo que Amelia, Carlos y yo debíamos a todos los que nos apoyásteis hace dos años; muchos no sabéis como terminó todo aquello, y en este blog no se dio cuenta de ello. En realidad, es responsabilidad nuestra no haberos informado, y los sentimos. Me perdonaréis que lo cuente ahora, aunque sea un poco tarde.
Después de dos meses de huelga, nos despidieron. Pasamos por dos juicios (que ganamos), y la empresa tuvo que readmitirnos. Mis amigos me preguntaban si sufríamos acoso laboral tras el reingreso; no, no se puede sufrir acoso cuando se vive en un campo de sombras sin vida aparente. Ni siquiera. Tanto les daba. A los dos meses, llegamos a un acuerdo con los nuevos compradores (hasta ahora no he sabido quienes era, y visto lo visto, mejor no haberlo sabido nunca) y nos fuimos. Debimos haberos tenido al tanto de todo esto, informaros paso a paso, pero andábamos muy justos de fuerzas; simplemente, no nos era ya posible, y quiero disculparme y agradeceros de nuevo el apoyo y el aliento que nos disteis.
Y voy a lo del artículo del otro día, y a la (enésima) reinaguración de la librería. En realidad, es una inauguración pura y dura. Fuentetaja murió hace aproximadamente diez años, y aunque su nombre haya sido utilizado a lo largo de todo este tiempo para dar un barniz cultural a algo que no lo es, no se puede resucitar a un muerto. Un muerto no se abre, no se debe abrir, más que para hacerle la autopsia. Y esa autopsia ya se hizo.
Nosotros, bien o mal, intentamos darle una última sacudida, a ver si salía del coma. Pero no.
Yo ya llevo tiempo dedicado a otras cosas, y pensaba dejar pasar todo este asunto por tanto hastío y tanto esfuerzo que costó (y a vosotros también). Pero me pareció que, aunque tarde, lo mínimo que os merecíais era saber que utilizar en vano y pervertir el nombre de la que la gente consideraba la mejor librería madrileña de los últimos cuarenta años (y sí que lo fue), que los periódicos amigos vuelvan a hablar de ella mientras lleva de cuerpo sepulto tantos años, mientras hacen la crónica social de la nueva fiesta a la que de nuevo acuden los amigos políticos y venden la ilusión de que la librería que conocían hace veinte años vuelve a la vida, a mí me parece demasiado obsceno. Los nuevos compradores son el mismo perro con distinto collar; y lo que se ha abierto no es Fuentetaja, es un negocio de hostelería a muchos euros el cubierto. Al propio artículo me remito (si El País les quería hacer un favor de amigo, flaco favor).
Suerte al nuevo bar-restaurante de diseño Fuentetaja. Ya se veía venir. Que vendan muchos soufflés a la Valle-Inclán y que la gente guapa disfrute degustando algún cóctel mientras hojea algún libro de los que están de moda en la Fnac. Lo siento por todos los que nos apoyasteis y queríais, como nosotros, otra cosa. Era mejor que la hubieran dejado descansar en paz. Pobre Fuentetaja, pobre.
Un abrazo inmenso a todos vosotros, mi admiración por lo que hicisteis y mi infinito agradecimiento. A muchos nunca os lo pude decir. Y sé que esto no se hace, pero quiero agradecer muy especialmente a Ana, a Fernando, a las Apasionantes, a Los Elkanos, a Javier Díez, a Nano, a Ángel Zapata, a Diego y Daniel Moreno, a César y a tantos que ahora olvido, a todos vosotros, todo vuestro apoyo y amor que hizo aquello posible.
Iñigo